En un estudio prospectivo, epidemiológico, se ha evidenciado que los sobrevivientes de un accidente cerebrovascular (ACV) tienen un aumento del riesgo de deprimirse luego del evento, principalmente dentro de los primeros meses y aún luego de los dos años del suceso.
Se siguió una cohorte de 1681 personas mayores de 65 años de edad, entre 1987 y 2002, con un nivel de escolaridad mayor a seis años, siendo evaluados para la detección de depresión, diabetes, hipertesión arterial, enfermedad cardiovascular, tabaquismo, actividades de la vida diaria instrumentales y el antecedente de ACV.
Se evidenció que los sobrevivientes de un ACV tienen alto riesgo de Depresión, independientemente de la pérdida de la actividad de la vida diaria, el riesgo cardiovascular, síntomas depresivos previos al ACV, la edad, el sexo o el nivel educativo del paciente.
Es importante supervisar en el seguimiento del paciente que ha presentado un ACV por la posibilidad de desarrollar Depresión y es necesario más estudios para poder identificar a los que sobrevientes de un ACV que tengan un riesgo alto de desarrollar depresión. A ello hay que sumar las evidencias a favor que un tratamiento específico para la Depresión, puede mejorar la situación de estos pacientes.
La presentación de un Episodio Depresivo en el curso evolutivo de un Accidente Cerebrovascular, supone en la mayoria de los casos, un factor distorsionador importante para la rehabilitación de los enfermos, toda vez que, ralentiza su recuperación, alarga el periodo de estancia hospitalaria, y en definitiva, ensombrece el pronóstico de su enfermedad; todo lo cual deberá influir en la valoración que los pacientes hacen de su Calidad de Vida.
La relación entre la localización del ACV y la depresión ha sido estudiada ampliamente. Los pacientes con lesiones anteriores izquierdas a nivel frontal y cortical y subcortical(ganglios basales) muestran una mayor incidencia de depresión que los pacientes con lesiones en cualquier otra localización del cerebro. En el hemisferio derecho, cuanto más posterior seala lesión, mayor es el riesgo de depresión durante el período agudo; sin embargo, en los meses posteriores la relación cambia. Los pacientes con lesiones en el cerebelo y en el tallo cerebral que desarrollan depresión, suelen tener un curso corto de los síntomas depresivos. La depresión se presenta más frecuentemente poco tiempo después del ACV; sin embargo, un tercio de los pacientes no deprimidos durante las etapas iniciales presentan depresión en el plazo de dos años.
Los pacientes pueden sufrir ciertamente una depresión debido a los grandes cambios en su autonomía y calidad de vida.
Un peculiar trastorno inducido por la embolia, conocido como labilidad emocional neurológica o llanto post-ACV, es un trastorno neurológico y no psicológico.
Si la depresión es prolongada, puede alterar la recuperación. Un estudio mostró que las personas que sufrieron ACV y depresión tenían tres veces más posibilidades de muerte en un plazo de diez años que aquellos con ACV que no estaban deprimidos. Existe un riesgo significativo de suicido en pacientes con ACV, especialmente en mujeres y en personas menores de 60 años.
Los antidepresivos, especialmente la fluoxetina (Prozac) y fármacos similares llamados ISRS, son beneficiosos para aliviar la tristeza postapoplejía y para mejorar la recuperación en general y el estado de ánimo en especial en pacientes con depresión.
Algunos médicos recomiendan también otros fármacos llamados antidepresivos tricíclicos, incluyendo la amitriptilina (Mutabase, Deprelio) y la nortriptilina. En un estudio del 2000 otro tricíclico, la nortriptilina no sólo mejoró el estado de ánimo, sino que tuvo también efectos positivos en el funcionamiento mental, indicando tal vez que puede haber alguna demencia asociada con la apoplejía puede ser debida a la depresión. Los tricíclicos puede ser también útiles para la labilidad neurológica.
El trastorno de ansiedad es también común e incapacitante. Algunos trabajos, de hecho, indican que muchos pacientes sufren sentimientos idénticos a los del síndrome de estrés post-traumático. Los dos trastornos suelen solaparse, pero los tratamientos farmacológicos para cada uno difieren.
Debe señalarse que muchos fármacos para trastornos psicológicos afectan al sistema nervioso central y pueden, en realidad, retrasar la rehabilitación. La ayuda profesional experimentada es necesaria para determinar los tratamientos más eficaces y seguros.
Se siguió una cohorte de 1681 personas mayores de 65 años de edad, entre 1987 y 2002, con un nivel de escolaridad mayor a seis años, siendo evaluados para la detección de depresión, diabetes, hipertesión arterial, enfermedad cardiovascular, tabaquismo, actividades de la vida diaria instrumentales y el antecedente de ACV.
Se evidenció que los sobrevivientes de un ACV tienen alto riesgo de Depresión, independientemente de la pérdida de la actividad de la vida diaria, el riesgo cardiovascular, síntomas depresivos previos al ACV, la edad, el sexo o el nivel educativo del paciente.
Es importante supervisar en el seguimiento del paciente que ha presentado un ACV por la posibilidad de desarrollar Depresión y es necesario más estudios para poder identificar a los que sobrevientes de un ACV que tengan un riesgo alto de desarrollar depresión. A ello hay que sumar las evidencias a favor que un tratamiento específico para la Depresión, puede mejorar la situación de estos pacientes.
La presentación de un Episodio Depresivo en el curso evolutivo de un Accidente Cerebrovascular, supone en la mayoria de los casos, un factor distorsionador importante para la rehabilitación de los enfermos, toda vez que, ralentiza su recuperación, alarga el periodo de estancia hospitalaria, y en definitiva, ensombrece el pronóstico de su enfermedad; todo lo cual deberá influir en la valoración que los pacientes hacen de su Calidad de Vida.
La relación entre la localización del ACV y la depresión ha sido estudiada ampliamente. Los pacientes con lesiones anteriores izquierdas a nivel frontal y cortical y subcortical(ganglios basales) muestran una mayor incidencia de depresión que los pacientes con lesiones en cualquier otra localización del cerebro. En el hemisferio derecho, cuanto más posterior seala lesión, mayor es el riesgo de depresión durante el período agudo; sin embargo, en los meses posteriores la relación cambia. Los pacientes con lesiones en el cerebelo y en el tallo cerebral que desarrollan depresión, suelen tener un curso corto de los síntomas depresivos. La depresión se presenta más frecuentemente poco tiempo después del ACV; sin embargo, un tercio de los pacientes no deprimidos durante las etapas iniciales presentan depresión en el plazo de dos años.
Los pacientes pueden sufrir ciertamente una depresión debido a los grandes cambios en su autonomía y calidad de vida.
Un peculiar trastorno inducido por la embolia, conocido como labilidad emocional neurológica o llanto post-ACV, es un trastorno neurológico y no psicológico.
Si la depresión es prolongada, puede alterar la recuperación. Un estudio mostró que las personas que sufrieron ACV y depresión tenían tres veces más posibilidades de muerte en un plazo de diez años que aquellos con ACV que no estaban deprimidos. Existe un riesgo significativo de suicido en pacientes con ACV, especialmente en mujeres y en personas menores de 60 años.
Los antidepresivos, especialmente la fluoxetina (Prozac) y fármacos similares llamados ISRS, son beneficiosos para aliviar la tristeza postapoplejía y para mejorar la recuperación en general y el estado de ánimo en especial en pacientes con depresión.
Algunos médicos recomiendan también otros fármacos llamados antidepresivos tricíclicos, incluyendo la amitriptilina (Mutabase, Deprelio) y la nortriptilina. En un estudio del 2000 otro tricíclico, la nortriptilina no sólo mejoró el estado de ánimo, sino que tuvo también efectos positivos en el funcionamiento mental, indicando tal vez que puede haber alguna demencia asociada con la apoplejía puede ser debida a la depresión. Los tricíclicos puede ser también útiles para la labilidad neurológica.
El trastorno de ansiedad es también común e incapacitante. Algunos trabajos, de hecho, indican que muchos pacientes sufren sentimientos idénticos a los del síndrome de estrés post-traumático. Los dos trastornos suelen solaparse, pero los tratamientos farmacológicos para cada uno difieren.
Debe señalarse que muchos fármacos para trastornos psicológicos afectan al sistema nervioso central y pueden, en realidad, retrasar la rehabilitación. La ayuda profesional experimentada es necesaria para determinar los tratamientos más eficaces y seguros.